lunes, 2 de septiembre de 2013

CRISTIANOS PARA EL TERCER MILENIO
“POR UNA IGLESIA POBRE, PARA LOS POBRES”
Quiénes hace casi un año y ante las escandalosas declaraciones formuladas por el dictador Jorge R. Videla, como cristianos expresamos nuestro público repudio de las mismas y exigimos de la Conferencia Episcopal que tomara las medidas necesarias para hacer cesar una conducta que sembraba la confusión y prolongaba hasta el presente el estado de sospecha que aún pesa sobre la conducta de buena parte de la jerarquía episcopal durante la dictadura cívico militar; volvemos a dirigirnos hoy a nuestros hermanos en la Fe y a la opinión pública en general, para señalar:
Que expresamos nuestra alegría y ratificamos nuestra confianza frente a los primeros gestos y pasos dados por nuestro padre Francisco desde su elección como Obispo de Roma. Gestos y pasos que recibieron un multitudinario respaldo en las Jornadas Mundiales de la Juventud, celebradas en Río de Janeiro entre los días 22 y 28 de julio.
1.- Somos un grupo de hijas e hijos de la Iglesia de Jesucristo que recibimos a través de ella nuestra identidad en la Fe. Nos sostiene esencialmente como fieles, nuestra adhesión incondicional al mensaje y al testimonio de Nuestro Señor y el compromiso de caridad con nuestros hermanos que él mismo  nos señala, a través de su opción preferencial por los pobres.
2.- Esta pertenencia nos produce conflictos y tensiones que reconocemos y asumimos pero no nos resignamos a naturalizarlos y menos a justificarlos u ocultarlos. Sabemos que se originan en las imperfecciones y los pecados de la Iglesia, que son también los nuestros. De allí el compromiso con una Iglesia que muestre el verdadero rostro de Cristo y sea fiel testigo  de su palabra.
3.- Sabemos que somos sólo una expresión más de lo que suele denominarse “el malestar en la Iglesia”. Una expresión más de la reacción que producen, entre otras causas, el carácter monárquico y aristocrático de su gobierno, la oscuridad de sus finanzas, la protección de los curas pederastas, la reducción de los laicos a la condición de espectadores, el dogmatismo moral, la falta de libertad de opinión y la intolerancia, como en el caso de la Teología de la Liberación, entre otros; el menosprecio del rol de la mujer, la repetida alianza entre la institución y el poder temporal, el descuido de la vocación profética y la denuncia de la injusticia, el abandono de la pobreza evangélica y la postergación de una solidaridad activa con los desposeídos e infelices.
4.- Consideramos que la Iglesia se ha alejado de las necesidades y demandas concretas del pueblo de Dios y en lugar de ser testigo de su amor y su infinita misericordia, se ha transformado en celosa guardiana de sí misma olvidándose frecuentemente del amor al prójimo predicado por Jesús.
5.- Nos duelen las consecuencias de estos desvíos y la diáspora de muchas de nuestras hermanas y hermanos, laicos, sacerdotes y religiosos. Nos duele que para asumir nuestra libertad de hijas e hijos de Dios y de adultos en la fe, tengamos con frecuencia que enfrentar normas que la institución defiende como si ellas fueran el corazón del mensaje evangélico. Nos referimos a la comunión de las y los divorciados en nueva unión, a las parejas informales, a las relaciones prematrimoniales, al uso de métodos anticonceptivos o de fertilización, a la homosexualidad, al celibato obligatorio, al sacerdocio femenino y muchas cosas más que deberían revisarse y discutirse iluminadas por la caridad y los signos de los tiempos.
6.- Nos duele muy especialmente el papel que jugó buena parte de la jerarquía durante la última dictadura cívico-militar y la ausencia hasta el presente de un compromiso activo y eficaz, con la investigación de lo ocurrido y la reparación de sus consecuencias.
7.- Compartimos las esperanzas generadas por el Papa Francisco en sus primeros meses de pontificado. Confiamos en que nos encontramos en el comienzo de un camino que nos lleve, como él mismo ha dicho, a una “Iglesia pobre y para los pobres”, a una Iglesia que denuncia las causas estructurales de la injusticia y la inequidad; una iglesia más simple, más horizontal, participativa y democrática; más santa, más alegre, mas profética, más consoladora y, sobre todo, más cercana a Jesús y su Evangelio; una iglesia separada de los poderes políticos y económicos y hermanada con el pueblo para cuyo servicio y pastoreo fue fundada.
8.- Aspiramos a contribuir a la construcción de esa Iglesia deseada y posible. Conocemos nuestras limitaciones y nuestros pecados, pero esperamos confiados en que los bienes que provienen del diálogo con Jesús a través de la oración y de la escucha del mensaje que nos transmite a través de la voz de su pueblo, en especial de los más pobres y marginados, nos permitan superarlos y nos conviertan en instrumento de salvación de todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

Equipo Coordinador: Gustavo Bottini, Rodolfo Luis Brardinelli, Rodolfo Briozzo, Angel Atilio José Bruno, Ana Cafiero, Cristina Domeniconi, Sebastián Maissa(*) Juan L. Manazzoni, Roque Luis Miraldi, Beatriz Noceti, Hernán Patiño Mayer, Alicia Pierini, Fernando Portillo, Guillermo Robledo(*), Gervasio Romero(*), Felipe Solá, Sonia Tobal(*). /// (*) Integrantes de la Asociación  Argentina Teilhard de Chardin.

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