miércoles, 8 de octubre de 2014

CRISTIANOS PARA EL TERCER MILENIO Y EL SÍNODO PARA LA FAMILIA

 Nuestro aporte al Sínodo de la Familia.

Quienes formamos Cristianos para el Tercer Milenio nos sentimos convocados a hacer nuestro aporte al próximo “Sínodo de la familia”.  Para ello hemos pedido el auxilio del Espíritu Santo y recordando aquello de que “cuando dos de vosotros estén reunidos en mi nombre, allí estaré yo”, hemos debatido fraternalmente.
Lo que sigue es el resultado de esa reflexión colectiva.

Familia y matrimonio.

Entendemos como familia a todo conjunto de personas que, unidas por el amor y con compromiso de permanencia, desarrolla un proyecto común que incluye el apoyo, el impulso, el auxilio, el sostén y el acompañamiento mutuo frente a toda circunstancia.
En este sentido comprobamos que el matrimonio, formalizado o no ante la autoridad civil, no es más que una de las muchas formas de familia que se encuentran en la sociedad de hoy.
A la vez entendemos que hay distintas formas y concepciones del matrimonio, siendo el de los cristianos aquel  en el que la fe de sus integrantes, el amor que se profesan y el compromiso de desarrollar una vida en común, los convierte en ministros del sacramento matrimonial cuenten o no con la bendición eclesial.

Hijos

El cambio de las condiciones económico-sociales en que se desarrolla hoy la vida de las familias y el imperio de nuevas normas culturales respecto al desarrollo laboral y profesional de sus miembros, hace que, para muchas de ellas, los hijos hayan dejado de ser su objetivo inicial.  Sin embargo esto no equivale a decir que los hijos no interesen a las familias actuales. Por el contrario la experiencia nos demuestra que una amplia mayoría de familias sigue canalizando su amor mutuo en la búsqueda de hijos. Prueba de esto son los muchos casos en que el deseo de descendencia se canaliza por la adopción o por las nuevas formas que el avance científico permite, algunas de ellas verdaderamente esforzadas y costosas.

Familia, sociedad de consumo y transmisión de los valores evangélicos

La cultura propia de la sociedad de consumo, la inestabilidad laboral y la incentivación de la competencia como paradigma de la actividad humana, productos directos e inevitables de la perversidad del sistema capitalista, dañan gravemente el tejido social en general y la estabilidad familiar en particular.
Vivir y transmitir a los hijos los valores evangélicos y la importancia de la oración, dos de los roles centrales de la familia cristiana, es una tarea muy difícil en un contexto de injusticia social, distribución regresiva de la riqueza y propagación mediática de modelos de vida superficiales, hedonistas  e insolidarios.
Más difícil aun cuando no siempre y no toda la Iglesia, denuncia y predica constante y perseverantemente que el capitalismo es anticristiano, que la usura es anticristiana y que la competencia como motor de la vida social es también anticristiana.  Si la Iglesia toda no acompaña activamente las denuncias que en este sentido hace hoy Francisco, es decir, si la Iglesia toda no predica y trata de vivir el Evangelio, la transmisión de los valores cristianos a los hijos se vuelve una empresa plena de dificultades y para muchos, insalvables.
Con una Iglesia Institucional fuertemente cuestionada y desvalorizada, el recurso de las familias para transmitirles los valores evangélicos a los hijos es el compromiso y la participación de sus miembros en la vida pública y en la militancia política y social.  Mostrarnos comprometidos con la cultura de la solidaridad y practicarla, es nuestro recurso.  La inacción o, peor aún, el compromiso de la Iglesia con el poder, conspiran contra la familia y contra su rol de sembradora del Evangelio en los hijos y en el resto de sus miembros.

Sexo y amor

Tampoco contribuyen a la transmisión de los valores cristianos la insistencia de la Iglesia en normas tradicionales que no tienen una clara inspiración evangélica. El caso de la moral sexual es uno de los ejemplos posibles.
Aunque esto parece estar cambiando hoy, lo cierto es que el énfasis puesto en la condena de las relaciones sexuales fuera del matrimonio fue superior al puesto en denunciar el mayor de los pecados, que es el abandono del prójimo, la indiferencia frente su dolor, su pobreza y su exclusión o en condenar crímenes aberrantes como lo son la tortura, la desaparición de personas, el secuestro y privación de la identidad de menores y la pedofilia.    
La Iglesia debería formular y difundir una catequesis sobre lo verdaderamente gozoso de la experiencia sexual entre dos personas que se aman.
Como cristianos entendemos que las condiciones para hacer una valoración positiva de la práctica del sexo entre dos personas que se quieren son el consentimiento, la responsabilidad y la madurez.

Dignidad de la mujer.

La familia puede contribuir enormemente a la valoración igualitaria de la dignidad del hombre y la mujer.  Será esencial para ello que las familias se esfuercen en vivir esa valoración igualitaria de los hombres y mujeres que las integran. En este sentido queremos recalcar que la Iglesia, como la gran familia que debe ser, tiene también un largo trecho que recorrer para llegar a ser modelo del tratamiento igualitario de la mujer.

Control de la natalidad

Parte de la valoración de la mujer que reclamamos es el permitir que ella, en conjunto con su pareja, decida libremente el momento y el número de los hijos por venir, lo que incluye también la libertad en la elección del método de regulación que prefieran con el único límite de aquellos que son indiscutiblemente abortivos. 

Eucaristía y Divorciados

Creemos en este punto que la Iglesia debería señalar la libertad de conciencia con que los cristianos pueden decidir su acceso a la eucaristía.  Esto incluye muy especialmente a los divorciados en nueva unión. Lo decimos claramente: creemos firmemente que los divorciados pueden acceder a la eucaristía libremente y sin ningún tipo de permiso o dispensa que los diferencie del resto de los fieles. Tantas veces el Señor nos dijo que él vino a curar a los enfermos y a los afligidos que nos resulta inimaginable pensar a Jesús, negándoles el “pan de vida”, a las hermanas y hermanos divorciados que han vuelto a unirse con la voluntad de construir una nueva familia.

Matrimonio igualitario

En general, aunque con algunos matices, quienes integramos Cristianos para el Tercer Milenio aceptamos el matrimonio igualitario como una expresión más de la libertad, la dignidad y el amor humano.
Lo mismo entendemos en general con respecto a los hijos adoptivos de este tipo de matrimonio. Aunque en este aspecto seguramente, no puede abrirse el crédito a cualquier método de obtención del embarazo o el alumbramiento. Este comentario es, naturalmente, válido también para los matrimonios heterosexuales.

Aborto y Penalización del aborto

En este tema tenemos como grupo una clara coincidencia en el rechazo al aborto y muy especialmente al intento de plantearlo como un derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo.
No existe sin embargo la misma coincidencia en cuanto a la penalización jurídica del aborto.
Algunos entre nosotros argumentamos sólidamente en favor de la despenalización del aborto por entender que la penalización no sólo no disminuye su número, sino que produce el fenómeno del negocio del aborto clandestino, negocio que a su vez segmenta trágicamente a la sociedad: quienes no tienen los medios económicos suficientes para hacerse un aborto con las condiciones de seguridad requeridas, pueden con frecuencia pagarlo son su vida. La penalización rige entonces sólo para los pobres y no disminuye el número de abortos, de allí que entendemos que debería despenalizarse. Se argumenta además que la despenalización permitiría identificar a las mujeres que intentan abortar, hacer con ellas una fuerte tarea de acompañamiento económico, médico, psicológico y religioso y, por esa vía, tratar de evitar el aborto. Entendemos además que esta actitud manifiesta un compromiso mucho mayor con nuestras hermanas y sus hijos no nacidos aun, que la pretensión de calmar nuestras conciencias descansando en la manifiesta ineficacia de la ley penal.
Otros en cambio argumentamos con igual convicción, que debemos tener en cuenta que la ley cumple con una función docente e indica lo que para una sociedad es bueno o es malo. Despenalizar el aborto daría el mensaje de que se pueden tolerar determinadas formas de muerte y esto es una señal negativa y confusa para la sociedad.  En el mismo sentido sostenemos que el derecho penal tiene un aspecto negativo que es la pena y un aspecto positivo que es el bien jurídico protegido. En el caso del aborto, el bien jurídico protegido es la vida por lo que al despenalizarlo se desprotege la vida que junto con la Fe constituyen los máximos dones dados por Dios a sus creaturas. Coincidentemente, desde el ángulo de los Derechos Humanos nos oponemos a la despenalización afirmando que si el feto ya es un ser humano, el aborto es entonces una violación del derecho a la vida.
En lo que todos los miembros de CTM volvimos a coincidir es en la necesidad de que la Iglesia cree y desarrolle una fuerte acción pastoral dedicada a las personas en riesgo de embarazos precoces o no queridos, madres solteras y madres-niñas Esta pastoral debería incluir también una fuerte y sostenida acción de ayuda, una fuerte acción de acompañamiento, reflexión y discernimiento con las personas en situación de decidir un aborto y también con las personas que atraviesan el duelo y la crisis posterior a él.
Reclamamos entonces con la energía que la gravedad de la cuestión exige, que la Iglesia encare urgentemente esta acción pastoral y le dedique personal, recursos y tiempo, en proporción a la magnitud del problema. Le pedimos también que la convocatoria a los cristianos a apoyar esta nueva acción pastoral se haga, por lo menos, con el mismo énfasis con que se los convoca a rechazar el aborto.

Los Cristianos para el Tercer Milenio elevamos estas reflexiones con la fundada esperanza de que ayuden a los padres sinodales a contemplar algunos aspectos de la realidad actual, a la luz del único mandamiento que nos dejó Jesús: el del amor sin condiciones a Dios y a nuestro prójimo. Es en ese amor que fundamos todas las relaciones humanas y el sentido de nuestra propia existencia.
Visto también de ese modo, esperamos contribuir modestamente a que la Iglesia, modelo de familia presidida por Cristo, congregue realmente  y sin exclusiones, a todo el Pueblo de Dios.


Ángel Bruno, Alicia Pierini, Alicia Ladrón de Guevara, Ana Cafiero, Cristina Domeniconi, Rodolfo Brardinelli, Luis Miraldi, Rodolfo Briozzo, Juan L. Manazzoni, Felipe Solá, Fátima Ruiz López, Hernán Patiño Mayer, Rogelio Ponsard, Beatriz Noceti, Miguel Ángel Ferrara Monje

1 comentario:

  1. ME INTERESARIA QUE HICIERAN ALGUN COMENTARIO DE LAS EXPRESIONES Y ENSEÑANZAS QUE VIENE DESARROLLANDO EL PAPA FRANCISCO DURANTE ESTE AÑO 2015, POR EJ. EN OCASION DEL INICIO DEL TIEMPO DE CUARESMA..

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