UN SILENCIO QUE ATURDE
(Crónica de un ninguneo)
Por Hernán Patiño Mayer***
Se cumplieron en estos días, cinco largos meses desde el momento en que con la adhesión de casi cuatrocientos laicos y unos 40 religiosas y religiosos, entregamos a la Conferencia Episcopal el documento “A propósito de las declaraciones del dictador Jorge Rafael Videla”. El título remitía a las manifestaciones que el terrorista de estado hiciera a la revista española Cambio 16 y al periodista argentino Ceferino Reato. En dicho documento solicitábamos a los obispos que: a) Hagan cesar el pecado de escándalo que se configura hoy, cuando un criminal convicto y confeso de delitos de lesa humanidad, sin arrepentirse ni manifestar voluntad alguna de reparación de las atrocidades cometidas, tiene acceso al sacramento de la Eucaristía; b) Exijan a los capellanes militares y de las fuerzas de seguridad, sacerdotes, religiosos, religiosas y cristianos en general que brinden toda la información que tengan sobre los menores secuestrados, o sobre el destino de los desaparecidos; c) Abran los archivos de la Conferencia Episcopal, Obispado Castrense y Capellanías de las FFSS a quiénes quieran investigar lo ocurrido durante el terrorismo de estado.
El 9 de Octubre del año pasado, concluida la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal, los obispos dieron a conocer su “Carta al Pueblo de Dios” en la cual más allá de afirmar que era necesario poner “empeño en la búsqueda de la verdad” nada dicen sobre los hechos concretos solicitados por nosotros, vinculados con cuestiones del presente y no con las responsabilidades de quiénes desde el episcopado convivieron en su momento con el terrorismo estatal. Una vez más las ambigüedades y las omisiones devaluaban la palabra de nuestros pastores. Así se lo hicimos saber en un documento a ellos dirigidos y entregado a la Conferencia Episcopal a fines del mes de noviembre en el que una vez más requeríamos una “pronta respuesta a estos reclamos y (que)hagan cesar situaciones escandalosas que confunden y debilitan al Pueblo Peregrino del que formamos parte”.
El 8 de diciembre último y en respuesta al documento de la Conferencia Episcopal titulado “Reflexiones de los obispos al acercarnos a la Navidad” volvíamos sobre nuestros reclamos recordándoles “el ejemplo de coraje y compromiso que en momentos mucho más difíciles que los actuales cuando hablar podía pagarse -como ocurrió- con el precio de la propia vida, un grupo minoritario de obispos rompió el silencio sumándose a la lucha contra el terrorismo estatal”. Al mismo tiempo les informábamos que con fecha 6 de diciembre, nos habíamos dirigido al arzobispo de Mercedes-Luján, monseñor Agustín Radrizzani, para que por encontrarse en su jurisdicción, “tome las medidas que correspondan para hacer cesar las conductas escandalosas de Videla y el cura Von Wernich”. Con fecha 21 de diciembre una representación de nuestro Equipo de Coordinación se reunió con el arzobispo en su sede de la ciudad de Mercedes. Como se lo dijimos con posterioridad al encuentro, sus contenidos y resultados, fueron recibidos por nosotros con “estupor y desconcierto”.
Fue así que el 18 de enero nos dirigimos al nuncio apostólico, arzobispo Emil Paul Tscherrig, para solicitarle una entrevista y hacerle saber personalmente lo que él ya conocía en su condición de integrante de la Conferencia Episcopal; al tiempo que le adjuntábamos copia de nuestros principales documentos. Para nuestra sorpresa su secretaria nos comunicó , pese a obrar en nuestro poder copias con acuse de recibo, que no habían recibido nada de lo entregado. Volvimos a entregárselos y para nuestra desagradable sorpresa, su secretaria nos transmitió que el diplomático había “recibido todo el material que ustedes han enviado del cual tomó conocimiento y agradece muchísimo” para agregar que “Lamentablemente por el momento no será posible concretar una audiencia”. Esta inesperada actitud nos llevó a reiterar el 21 de febrero nuestras demandas y a señalarle al representante de la Santa Sede junto con nuestra frustración ante su imprecisa negativa a recibirnos, que considerábamos oportuno recordarle “que los resultados obtenidos hasta el presente han sido manifiestamente infructuosos e insatisfactorios y que este silencio inexplicable no hace más que agravar las sospechas acerca de las verdaderas razones del mismo y sus consecuencias perjudiciales a la credibilidad de nuestros pastores”.
En momentos en que la renuncia del papa Benito 16 pone en evidencia la gravedad y extensión de la crisis con la que como católicos debemos enfrentamos, se impone la necesidad de transitar por ella con vocación de servicio y transparencia, fortalecidos en la fe con la autoridad del testimonio y la fidelidad al evangelio.
***Integrante del Equipo Coordinador de Cristianos para el Tercer Milenio.
Se cumplieron en estos días, cinco largos meses desde el momento en que con la adhesión de casi cuatrocientos laicos y unos 40 religiosas y religiosos, entregamos a la Conferencia Episcopal el documento “A propósito de las declaraciones del dictador Jorge Rafael Videla”. El título remitía a las manifestaciones que el terrorista de estado hiciera a la revista española Cambio 16 y al periodista argentino Ceferino Reato. En dicho documento solicitábamos a los obispos que: a) Hagan cesar el pecado de escándalo que se configura hoy, cuando un criminal convicto y confeso de delitos de lesa humanidad, sin arrepentirse ni manifestar voluntad alguna de reparación de las atrocidades cometidas, tiene acceso al sacramento de la Eucaristía; b) Exijan a los capellanes militares y de las fuerzas de seguridad, sacerdotes, religiosos, religiosas y cristianos en general que brinden toda la información que tengan sobre los menores secuestrados, o sobre el destino de los desaparecidos; c) Abran los archivos de la Conferencia Episcopal, Obispado Castrense y Capellanías de las FFSS a quiénes quieran investigar lo ocurrido durante el terrorismo de estado.
El 9 de Octubre del año pasado, concluida la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal, los obispos dieron a conocer su “Carta al Pueblo de Dios” en la cual más allá de afirmar que era necesario poner “empeño en la búsqueda de la verdad” nada dicen sobre los hechos concretos solicitados por nosotros, vinculados con cuestiones del presente y no con las responsabilidades de quiénes desde el episcopado convivieron en su momento con el terrorismo estatal. Una vez más las ambigüedades y las omisiones devaluaban la palabra de nuestros pastores. Así se lo hicimos saber en un documento a ellos dirigidos y entregado a la Conferencia Episcopal a fines del mes de noviembre en el que una vez más requeríamos una “pronta respuesta a estos reclamos y (que)hagan cesar situaciones escandalosas que confunden y debilitan al Pueblo Peregrino del que formamos parte”.
El 8 de diciembre último y en respuesta al documento de la Conferencia Episcopal titulado “Reflexiones de los obispos al acercarnos a la Navidad” volvíamos sobre nuestros reclamos recordándoles “el ejemplo de coraje y compromiso que en momentos mucho más difíciles que los actuales cuando hablar podía pagarse -como ocurrió- con el precio de la propia vida, un grupo minoritario de obispos rompió el silencio sumándose a la lucha contra el terrorismo estatal”. Al mismo tiempo les informábamos que con fecha 6 de diciembre, nos habíamos dirigido al arzobispo de Mercedes-Luján, monseñor Agustín Radrizzani, para que por encontrarse en su jurisdicción, “tome las medidas que correspondan para hacer cesar las conductas escandalosas de Videla y el cura Von Wernich”. Con fecha 21 de diciembre una representación de nuestro Equipo de Coordinación se reunió con el arzobispo en su sede de la ciudad de Mercedes. Como se lo dijimos con posterioridad al encuentro, sus contenidos y resultados, fueron recibidos por nosotros con “estupor y desconcierto”.
Fue así que el 18 de enero nos dirigimos al nuncio apostólico, arzobispo Emil Paul Tscherrig, para solicitarle una entrevista y hacerle saber personalmente lo que él ya conocía en su condición de integrante de la Conferencia Episcopal; al tiempo que le adjuntábamos copia de nuestros principales documentos. Para nuestra sorpresa su secretaria nos comunicó , pese a obrar en nuestro poder copias con acuse de recibo, que no habían recibido nada de lo entregado. Volvimos a entregárselos y para nuestra desagradable sorpresa, su secretaria nos transmitió que el diplomático había “recibido todo el material que ustedes han enviado del cual tomó conocimiento y agradece muchísimo” para agregar que “Lamentablemente por el momento no será posible concretar una audiencia”. Esta inesperada actitud nos llevó a reiterar el 21 de febrero nuestras demandas y a señalarle al representante de la Santa Sede junto con nuestra frustración ante su imprecisa negativa a recibirnos, que considerábamos oportuno recordarle “que los resultados obtenidos hasta el presente han sido manifiestamente infructuosos e insatisfactorios y que este silencio inexplicable no hace más que agravar las sospechas acerca de las verdaderas razones del mismo y sus consecuencias perjudiciales a la credibilidad de nuestros pastores”.
En momentos en que la renuncia del papa Benito 16 pone en evidencia la gravedad y extensión de la crisis con la que como católicos debemos enfrentamos, se impone la necesidad de transitar por ella con vocación de servicio y transparencia, fortalecidos en la fe con la autoridad del testimonio y la fidelidad al evangelio.
***Integrante del Equipo Coordinador de Cristianos para el Tercer Milenio.
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