miércoles, 2 de diciembre de 2015

ANTE EL PRÓXIMO 10 DE DICIEMBRE
Este Diciembre, de acuerdo a lo previsto por nuestra Constitución y a la voluntad popular, se producirán muchas modificaciones en el sistema institucional argentino que no solo afectarán al conjunto de la sociedad sino que a nosotros, como Cristianos, nos obliga a reflexionar una vez más sobre nuestra misión en esta Patria compartida.
Con nuestros acuerdos o desacuerdos, consensos o divergencias, somos ciudadanos que nos guiamos por la Luz del Evangelio y el actual magisterio de nuestro querido Jorge Bergoglio, hoy Papa Francisco, algunas de cuyas palabras repetiremos en estas líneas y seguiremos recordando en el futuro. 
El 10 de diciembre habrá un recambio de autoridades de la Nación, de las provincias, de la CABA y de sus respectivas legislaturas. A todos ellos les pedimos que recuerden a diario que  “el poder es servicio” y que “la unidad es superior a las partes”. Esa unidad es nuestra Patria, con sus 32 años de vigencia democrática que coincide en fecha con el día universal de los DDHH.
Celebramos así la democracia y los derechos humanos como otra unidad superior a las partes, manteniendo la memoria de un pasado que aún duele porque siguen faltando verdades justicia y reparaciones. Compartimos un presente que también duele por su inequidad y preeminencia de banalidades y codicias, mientras los poderes concentrados saquean nuestros recursos naturales, y contaminan el planeta comprometiendo el futuro de la Humanidad. 
Al nuevo elenco político lo recibimos con la esperanza de que sepa construir sobre lo construido, respetando los valores y principios convencionales de los Derechos Humanos que son política de Estado porque fueron consagrados en forma unánime por todo el arco político en la Constitución Reformada de 1994 y nuestro pueblo sintetizó en las palabras memoria, verdad y justicia.
Haremos cuanto podamos, para que la Deuda Social que aún tenemos con los pobres se transforme en Justicia Social, para que los bienes que requiere la subsistencia de nuestro pueblo se conviertan en el más generoso Bien Común, y para que podamos hermanarnos en diálogos fecundos y solidaridades compartidas.   
Nos opondremos a la cultura de la exclusión y a la soberbia de los poderosos, a la idolatría del dinero y a la inequidad; a que en nombre de la eficiencia se sacrifique el trabajo y se hipoteque el futuro y la dignidad de nuestros hermanos. 
Todas éstas y otras prácticas que ignoran el valor  trascendente e inviolable de la vida humana, son causas de la violencia que luego se aprovecha para acusar a los excluidos, generando un círculo perverso, donde los descartados son perseguidos y los explotadores gozan de impunidad.  Reiteramos nuestra fidelidad al mensaje evangélico cuando proclama: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos serán saciados” (Mateo 5, 3-12)
Insistiremos también en que se resuelvan las causas estructurales de esa pobreza que el Papa claramente adjudica al sistema económico y a la distribución del ingreso. “La inequidad es la raíz de los males sociales” (E.G.202).  “La dignidad de cada persona humana y el bien común son cuestiones que deberían estructurar toda política económica” (E.G.203) Ante las nuevas formas de la esclavitud les pedimos a las autoridades “no hacerse los distraídos, porque es complicidad” (E.G.211).
Nuestra dimensión histórica como pueblo implica comprender el pasado y asumirlo desde el presente, pero con la apertura al futuro bajo la modalidad de compromiso con un destino común y paz duradera.  “Una paz que no surja como fruto del desarrollo integral de todos, tampoco tendrá futuro y siempre será semilla de nuevos conflictos y de variadas formas de violencia” (E.G.219)

Buenos Aires, diciembre de 2015

Equipo Coordinador de Cristianos para el Tercer Milenio: Alicia Pierini; Alicia Ladrón de Guevara; Ana Cafiero; Cristina Domeniconi; Rogelio Ponsard; Angel Bruno; Fernando Portillo; Roque Luis Miraldi; Juan L. Manazzoni; Rodolfo Brardinelli; Rodolfo Briozzo; Eduardo Casado Sastre; Hernán Patiño Mayer; Miguel Ángel Ferrara, Fátima Ruiz López; Felipe Solá; Beatriz Noceti.

jueves, 12 de noviembre de 2015

DECLARACIÓN DE CRISTIANOS PARA EL TERCER MILENIO

Como cristianos comprometidos con la realidad de nuestra Patria, creemos necesario dar a conocer nuestra posición ante la segunda vuelta electoral del próximo 22 de noviembre, interpelados  por los signos de los tiempos que nos toca vivir y con la intención de interpretarlos a la luz del Evangelio y de las Enseñanzas del Magisterio Social de la Iglesia.
Es así que consideramos que no nos encontramos solamente ante la elección del candidato a desempeñar el cargo de Presidente de la Nación, sino que tenemos la obligación de señalar que los frentes que ambos representan, constituyen dos proyectos políticos diferenciados: el neoliberal que deja la economía en manos del mercado o un sistema económico regulado por el estado, que con todas sus imperfecciones ha logrado en estos últimos años una mejora sustancial de las condiciones de vida de los argentinos, en especial de los sectores más pobres y desprotegidos de nuestra sociedad; y sostenido una política independiente de los poderes financieros internacionales.
Interpretamos que este último de los proyectos, posibilita la continuación de un proceso que pueda responder al clamor de los Pueblos del que se hiciera eco nuestro querido Papa Francisco en el III Encuentro de los Movimientos Populares realizado en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia en su discurso del 9/7/2015 al decir: “…las famosas tres “t”, tierra, techo y trabajo para todos nuestros hermanos y hermanas. Lo dije y lo repito: son derechos sagrados. Vale la pena, vale la pena luchar por ellos. Que el clamor de los excluidos se escuche en América Latina y en toda la tierra.” y hacer realidad una de las tareas que nos propusiera en ese mismo discurso: “Los seres humanos y la naturaleza no deben estar al servicio del dinero. Digamos NO a una economía de exclusión e inequidad donde el dinero reina en lugar de servir. Esa economía mata. Esa economía excluye. Esa economía destruye la Madre Tierra.”.
Con el compromiso de profundizar nuestro servicio a nuestros hermanos, en especial de los más pobres, integrándonos a un proyecto de Nación, para que los dones con que Dios ha bendecido a nuestra querida Patria, estén al servicio integral de “todos los hombres y de todo hombre” (Pablo VI: Ec. Populorum Progresio,264), los integrantes del Equipo Coordinador de Cristianos para el Tercer Milenio hemos decidido hacer pública nuestra adhesión a la fórmula del Frente para la Victoria.
Finalmente reivindicamos el siempre perfectible funcionamiento de las instituciones de la democracia, como la garantía común de la superación en paz de las contradicciones que enfrenta nuestra comunidad nacional.

Alicia Pierini, Alicia Ladrón de Guevara, Ana Cafiero, Cristina Domeniconi, Rodolfo Brardinelli, Cacho Bruno, Rodolfo Briozzo, Rogelio Ponsard, Hernán Patiño Mayer, Miguel Ángel Ferrara Monje, Eduardo Casado Sastre, Roque Luis Miraldi, Fernando Portillo, Beatriz Noceti, Fátima Ruiz López.

martes, 4 de agosto de 2015

Página12 \ 4 de agosto de 2015
SOCIEDAD › PIDEN A LA IGLESIA QUE CARLOS MUGICA SEA RECONOCIDO COMO MARTIR
Llamado por el cura villero
Un grupo de intelectuales, políticos y dirigentes sociales lanzó una convocatoria para lograr que, en oportunidad de la visita papal del año próximo a la Argentina, el referente de los curas tercermundistas sea declarado mártir de la Iglesia.

Por Washington Uranga.

El grupo Cristianos para el Tercer Milenio, integrado por intelectuales, políticos y dirigentes sociales, lanzó una convocatoria destinada a lograr, con ocasión de la visita del papa Francisco a la Argentina el próximo año, el reconocimiento como mártir de la Iglesia del sacerdote Carlos Mugica, asesinado el 11 de mayo de 1974. Referente principal de los Curas para el Tercer Mundo y militante peronista, Mugica es una figura emblemática de los sectores progresistas del catolicismo y una referencia permanente del movimiento popular, en particular entre los habitantes de las villas, por quienes batalló en vida.

Recordando que el próximo 2016 se cumplirán 42 años del asesinato de Carlos Mugica, los Cristianos para el Tercer Milenio recuerdan el “compromiso evangélico” del cura y su “denuncia de la injusticia social sobre su pueblo” motivos en los que encuentran “la razón de su martirio”. En el momento de su asesinato, Mugica tenía 43 años “y había dado testimonios sobrados de su compromiso con Cristo y su fidelidad evangélica”, dicen los cristianos. Y agregan que, “al igual que monseñor Oscar Arnulfo Romero y muchos otros testigos de Jesucristo, (Mugica) encontró en los sufrimientos de los pobres y marginados de su pueblo, la forma de encarnar el Evangelio en el aquí y ahora de su tiempo”.

En el texto de la convocatoria se incorpora una frase pronunciada por Mugica en 1971 y que ha sido ampliamente reproducida, incluso en afiches y estampas que se ven en las iglesias y capillas de los barrios populares: “Nada ni nadie me impedirá servir a Jesucristo y a su Iglesia, luchando junto a los pobres por su liberación. Si el Señor me concede el privilegio, que no merezco, de perder la vida en esta empresa, estoy a su disposición”.

El documento que firman, entre otros, Alicia Pierini, Ana Cafiero, Cristina Domeniconi, Angel Bruno, Alicia Ladrón de Guevara, Rodolfo Briozzo, Rodolfo Brardinelli, Fernando Portillo, Roque Luis Miraldi, Juan L. Manazzoni y Felipe Solá, tiene por finalidad poner en marcha una campaña popular que concite adhesiones tendientes a lograr que “en su próxima visita a su patria, programada para el año 2016, nuestro padre Francisco declare oficialmente la condición de Mártir de la Fe en Jesucristo y de su amor por los pobres a nuestro hermano Carlos”.

Los convocantes, entre quienes se cuentan también, Hernán Patiño Mayer, Miguel Angel Ferrara, Beatriz Noceti y Fátima Ruiz López, pidieron “a todas las comunidades, grupos u organizaciones de base que quieran sumarse a esta campaña que nos lo hagan saber de la misma forma, para coordinar esfuerzos y organizar la recepción de adhesiones”. Con esa finalidad solicitan que las adhesiones se hagan llegar a cristianosparaeltercer milenio@gmail.com o al facebook Cristianos para el Tercer Milenio especificando nombre completo, documento y correo electrónico.

Al margen de esta iniciativa se conoce también que se encuentra avanzada la causa de canonización de los curas riojanos Gabriel Longueville y Juan de Dios Murias, asesinados en El Chamical en 1976 y cuyo proceso hacia el reconocimiento como santos por la Iglesia fue iniciado por la diócesis de La Rioja en 2011 con el apoyo del entonces cardenal Jorge Bergoglio. Este año, el Tribunal Oral en lo Criminal Federal de La Rioja condenó al ex alférez Angel Ricardo Pezzetta por los delitos de homicidio agravado, privación ilegal de la libertad y tortura cometidos en perjuicio de aquellos sacerdotes durante la última dictadura cívico-militar.

De manera paralela, se están dando pasos para solicitar también el reconocimiento martirial del obispo Enrique Angelelli, asesinado el 4 de agosto de 1976.

jueves, 9 de julio de 2015

EL MARTIRIO DE MUGICA

“Nada ni nadie me impedirá servir a Jesucristo y a su Iglesia, luchando junto a los pobres por su liberación. Si el Señor me concede el privilegio, que no merezco, de perder la vida en esta empresa, estoy a su disposición” Carlos Mugica -1971-

El 11 de mayo de 1974, al terminar de celebrar la eucaristía en la Iglesia de San Francisco Solano, nuestro hermano Carlos Mugica fue alevosamente asesinado. Tenía por entonces 43 años y había dado testimonios sobrados de su compromiso con Cristo y su fidelidad evangélica. Al igual que monseñor Oscar Arnulfo Romero y muchos otros testigos de Jesucristo, encontró en los  sufrimientos de los pobres y marginados de su pueblo, la forma de encarnar el Evangelio en el aquí y ahora de su tiempo.

El próximo 2016 se cumplirán 42 años de su asesinato. Casi el mismo tiempo que Dios le dio de vida terrenal y que Carlos supo “convertir” en servicio a sus hermanos más necesitados. Allí y solo allí, en su compromiso evangélico y denuncia de la injusticia social sobre su pueblo, está la razón de su martirio.

Es por todo ello que pondremos en marcha una campaña popular que concite  adhesiones tendientes a lograr que en su próxima visita a su patria, programada para el año 2016, nuestro Padre Francisco declare oficialmente la condición de “Mártir de la Fe en Jesucristo y de su amor por los pobres” a nuestro hermano Carlos.

Solicitamos que las adhesiones se hagan llegar a nuestra dirección de correo electrónico: cristianosparaeltercermilenio@gmail.com o a nuestro Facebook: Cristianos para el Tercer Milenio especificando nombre completo, documento y correo electrónico.

Al mismo tiempo solicitamos a todas las comunidades, grupos u organizaciones de base que quieran sumarse a esta campaña que nos lo hagan saber de la misma forma, para coordinar esfuerzos y organizar la recepción de adhesiones.

Agradecemos desde ya  todo tipo de colaboración y difusión que haga posible sumar la mayor cantidad de voluntades en pos de lograr que Carlos Mugica, obtenga el reconocimiento de mártir de la fe por su lealtad al Evangelio y a su pueblo.

Aprovechamos para saludar fraternalmente en Jesucristo.


Equipo Coordinador: Alicia Pierini, Ana Cafiero, Cristina Domeniconi, Angel Bruno, Alicia Ladrón de Guevara, Rodolfo Briozzo, Rodolfo Brardinelli, Fernando Portillo, Roque Luis Miraldi, Juan L. Manazzoni, Felipe Solá, Miguel Ángel Ferrara, Beatriz Noceti, Hernán Patiño Mayer, Fátima Ruiz López.

martes, 26 de mayo de 2015

MONSEÑOR ROMERO
24 de mayo de 2015 a las 10:17
LA DIMENSIÓN POLÍTICA DE LA FE DESDE LA OPCIÓN POR LOS POBRES.
Una experiencia eclesial en El Salvador, Centroamérica

Mons. Oscar Arnulfo ROMERO

Discurso de Mons. Oscar Arnulfo Romero al recibir el doctorado honoris causa por la Universidad de Lovaina, pronunciado el 2 de febrero de 1980, 50 días antes de su asesinato. Considerado como su testamento teológico y político, este texto nos da lo esencial de su lectura del Evangelio y de su vida de fe.

TEMA
Experiencia y reflexión que, de acuerdo con la amable sugerencia de la Universidad, tengo el honor de situar en el ciclo de conferencias que aquí se desarrolla sobre el sugestivo tema de la dimensión política de la fe cristiana. Desde luego, no pretendo decir, ni Vds, pueden esperar de mi, la palabra de un técnico en materia de política, ni tampoco la especulación con que un experto en teología relacionaría teóricamente la fe y la política.

Sencillamente voy a hablarles más bien como pastor, que, juntamente con su pueblo, ha ido aprendiendo la hermosa y dura verdad de que la fe cristiana no nos separa del mundo, sino que nos sumerge en él, de que la Iglesia no es un reducto separado de la ciudad, sino seguidora de aquel Jesús que vivió, trabajó, luchó y murió en medio de la ciudad, en la "polis".
En este sentido quisiera hablar sobre la dimensión política de la fe cristiana; en el sentido preciso de las repercusiones de la fe para el mundo y también de las repercusiones que la inserción en el mundo tiene para la fe.

UNA IGLESIA AL SERVICIO DEL MUNDO
Debemos estar claros desde el principio de que la fe cristiana y la actuación de la Iglesia siempre han tenido repercusiones socio-políticas. Por acción o por omisión, por la connivencia con uno u otro grupo social los cristianos siempre han influido en la configuración socio-política del mundo en que viven. El problema es cómo debe ser el influjo en el mundo socio-político para que ese influjo sea verdaderamente según la fe.

Como primera idea, aunque todavía muy general, quiero avanzar la intuición del Concilio Vaticano II que está a la base de todo el movimiento eclesial en la actualidad. La esencia de la Iglesia está en su misión de servicio al mundo, en su misión de salvarlo en totalidad, y de salvarlo en la historia, aquí y ahora. La Iglesia está para solidarizarse con las esperanzas y gozos, con las angustias y tristezas de los hombres. La Iglesia es, como Jesús. para "evangelizar a los pobres y levantar a los oprimidos, para buscar y salvar lo que estaba perdido" (LG 8).

EL MUNDO DE LOS POBRES
Todos Vds. conocen estas palabras del Concilio. Varios de sus obispos y teólogos ayudaron mucho en los años sesenta para presentar de esta forma la esencia y misión de la Iglesia. Mi aporte consistirá en poner carne concreta a esas hermosas declaraciones desde la propia situación de un pequeño país latinoamericano, típico de lo que hoy se llama el Tercer Mundo. Y para decirlo de una vez y en una palabra que resume y concretiza todo, el mundo al que debe servir la Iglesia es para nosotros el mundo de los pobres.
Nuestro mundo salvadoreño no es una abstracción, no es un caso más de lo que se entiende por "mundo" en países desarrollados como el de Vds. Es un mundo que en su inmensa mayoría esta formado por hombres y mujeres pobres y oprimidos. Y de ese mundo de los pobres decimos que es la clave para comprender la fe cristiana, la actuación de la Iglesia y la dimensión política de esa fe y de esa actuación eclesial. Los pobres son los que nos dicen qué es el mundo y cuál es el servicio eclesial al mundo. Los pobres son los que nos dicen qué es la "polis", la ciudad y qué significa para la Iglesia vivir realmente en el mundo.
Permítanme que desde los pobres de mi pueblo, a quienes represento, explique entonces brevemente la situación y actuación de nuestra Iglesia en el mundo en que vivimos, y reflexionar después desde la teología, sobre la importancia que ese mundo real, cultural y sociopolítico, tiene para la propia fe de la Iglesia.

1. Actuación de la Iglesia de la arquidiócesis de San Salvador
En los últimos años nuestra Arquidiócesis ha ido tomando una dirección en su actuación pastoral que sólo se puede describir y comprender como una vuelta al mundo de los pobres y a su mundo real y concreto.

a) Encarnación en el mundo de los pobres
Como en otros lugares de América Latina después de muchos años y quizás siglos han resonado entre nosotros las palabras del Exodo:
"He oído el clamor de mi pueblo, he visto la opresión con que le oprimen" (Ex 3,9).
Estas palabras de la Escritura nos han dado nuevos ojos para ver lo que siempre ha estado entre nosotros, pero tantas veces oculto, aun para la mirada de la misma Iglesia. Hemos aprendido a ver cuál es el hecho primordial de nuestro mundo y lo hemos juzgado como pastores en Medellín y Puebla. "Esa miseria, como hecho colectivo, es una injusticia que clama al cielo " (Medellín, Justicia, n. 1). Y en Puebla declaramos "como el más devastador y humillante flagelo, la situación de inhumana pobreza en que viven millones de latinoamericanos expresada por ejemplo en salarios de hambre, el desempleo y subempleo, desnutrición, mortalidad infantil, falta de vivienda adecuada, problemas de salud, inestabilidad laboral" (n. 29).
El constatar estas realidades y dejarnos impactar por ellas, lejos de apartarnos de nuestra fe, nos ha remitido al mundo de los pobres como a nuestro verdadero lugar, nos ha movido como primer paso fundamental a encarnarnos en el mundo de los pobres.En él hemos encontrado los rostros concretos de los pobres de que nos habla Puebla. (cfr. 31 -39). Ahí hemos encontrado a los campesinos sin tierra y sin trabajo estable, sin agua ni luz en sus pobres viviendas, sin asistencia médica cuando las madres dan a luz y sin escuelas cuando los niños empiezan a crecer. Ahí nos hemos encontrado con los obreros sin derechos laborales, despedidos de las fábricas cuando los reclaman y a merced de los fríos cálculos de la economía. Ahí nos hemos encontrado con madres y esposas de desaparecidos y presos políticos Ahí nos hemos encontrado con los habitantes de tugurios, cuya miseria supera toda imaginación y viviendo el insulto permanente de las mansiones cercanas.
En ese mundo sin rostro humano, sacramento actual del Siervo Sufriente de Yahvé, ha procurado encarnarse la Iglesia de mi Arquidiócesis. No digo esto con espíritu triunfalista, pues bien conozco lo mucho que todavía nos falta que avanzar en esa encarnación. Pero lo digo con inmenso gozo, pues hemos hecho el esfuerzo de no pasar de largo, de no dar un rodeo ante el herido en el camino sino de acercarnos a él como el buen samaritano.
Este acercamiento al mundo de los pobres es lo que entendemos a la vez como encarnación y como conversión. Los necesarios cambios al interior de la Iglesia, en la pastoral, en la educación, en la vida religiosa y sacerdotal, en los movimientos laicales, que no habíamos logrado al mirar sólo el interior de la Iglesia, lo estamos consiguiendo ahora al volvernos al mundo de los pobres.

b) El anuncio de la Buena Nueva a los pobres
Este encuentro con los pobres nos ha hecho recobrar la verdad central del evangelio con que la palabra de Dios nos urge a conversión.
La Iglesia tiene una buena nueva que anunciar a los pobres. Aquellos que secularmente han escuchado malas noticias y han vivido peores realidades, están escuchando ahora a través de la Iglesia la palabra de Jesús: "El reino de Dios se acerca", "dichosos ustedes los pobres porque de ustedes es el reino de Dios".

Y desde allí tiene también una Buena Nueva que anunciar a los ricos, que se conviertan al pobre para compartir con él los Bienes del Reino. Para quien conozca nuestro continente latinoamericano será muy claro que no hay ingenuidad en estas palabras ni menos aún opio adormecedor. Lo que hay en estas palabras es la coincidencia del anhelo de liberación de nuestro continente y la oferta del amor de Dios a los pobres. Es la esperanza que ofrece la Iglesia y que coincide con la esperanza a veces adormecida y tantas veces manipulada y frustrada, de los pobres del continente.
Es una verdad en nuestro pueblo que los pobres vean hoy en la Iglesia una fuente de esperanza y un apoyo a su noble lucha de liberación. La esperanza que fomenta la Iglesia no es ingenua ni pasiva. Es más bien un llamado desde la palabra de Dios a la propia responsabilidad de las mayorías pobres, a su concientización, a su organización en un país en que, unas veces con más intensidad que otras, está legal o prácticamente prohibida. Y es un respaldo, a veces también crítico, a sus justas causas y reivindicaciones.

La esperanza que predicamos a los pobres es para devolverles su dignidad y para animarles a que ellos mismos sean autores do su propio destino. En una palabra, la Iglesia no sólo se ha vuelto hacia el pobre sino que hace de él el destinatario privilegiado de su misión porque como dice Puebla "Dios toma su defensa y los ama (n. 1142).

c) Compromiso en la defensa de los pobres
La Iglesia no sólo se ha encarnado en el mundo de los pobres y les da una esperanza, sino que se ha comprometido firmemente en su defensa. Las mayorías pobres de nuestra país son oprimidas y reprimidas cotidianamente por las estructuras económicas y políticas de nuestro país. Entre nosotros siguen siendo verdad las terribles palabras de los profetas de Israel. Existen entre nosotros los que venden el justo por dinero y al pobre por un par de sandalias; los que amontonan violencia y despojo en sus palacios; los que aplastan a los pobres; los que hacen que se acerque un reino de violencia, acostados en camas de marfil; los que juntan casa con casa y anexionan campo a campo hasta ocupar todo el sitio y quedarse solos en el país.
Estos textos de los profetas Amós e Isaías no son voces lejanas de hace muchos siglos, no son sólo textos que leemos reverentemente en la liturgia. Son realidades cotidianas, cuya crueldad e intensidad vivimos a diario.

La vivimos cuando llegan a nosotros madres y esposas de capturados y desaparecidos, cuando aparecen cadáveres desfigurados en cementerios clandestinos, cuando son asesinados aquellos que luchan por la justicia y por la paz. En nuestra Arquidiócesis vivimos a diario lo que denunció vigorosamente Puebla: "Angustias por la represión sistemática o selectiva, acompañada de delación, violación de la privacidad, apremios desproporcionados, torturas, exilios. Angustias de tantas familias por la desaparición de sus seres queridos de quienes no pueden tener noticia alguna. Inseguridad total por detenciones sin órdenes judiciales. Angustias ante un ejercicio de la justicia sometida o atada"(n. 42).
En esta situación conflictiva y antagónica, en que unos pocos controlan el poder económico y político la Iglesia se ha puesto del lado de los pobres y ha asumido su defensa. No puede ser de otra manera, pues recuerda a aquel Jesús que se compadecía de las muchedumbres. Por defender al pobre ha entrado en grave conflicto con los poderosos de las oligarquías económicas y los poderes políticos y militares del estado.

d) Perseguida por servir a los pobres
Esta defensa de los pobres en un mundo seriamente conflictivo ha ocasionado algo nuevo en la historia reciente de nuestra Iglesia: la persecución. Vds. conocerán los datos más importantes. En menos de tres años más de cincuenta sacerdotes han sido atacados, amenazados y calumniados. Seis de ellos son mártires, muriendo asesinados; varios han sido torturados y otros expulsados. También las religiosas han sido objeto de persecución. La emisora del Arzobispado, instituciones educativas católicas y de inspiración cristiana ha sido constantemente atacadas, amenazadas intimidadas con bombas. Varios conventos parroquiales han sido cateados.

Si esto se ha hecho con los representantes más visibles de la Iglesia comprenderán ustedes lo que ha ocurrido al pueblo sencillo cristiano, a los campesinos, sus catequistas delegados de la palabra, a las comunidades eclesiales de base. Ahí los amenazados, capturados, torturados y asesinados se cuentan por centenares y miles. Como siempre también en la persecución ha sido el pueblo pobre cristiano el más perseguido.

Es, pues, un hecho claro que nuestra Iglesia ha sido perseguida en los tres últimos años. Pero lo más importante es observar por qué ha sido perseguida. No se ha perseguido cualquier sacerdote ni atacado a cualquier institución.

Se ha perseguido y atacado aquella parte de la Iglesia que se ha puesto de lado del pueblo pobre y ha salido en su defensa. Y de nuevo encontramos aquí la clave para comprender la persecución a la Iglesia: los pobres. De nuevo son los pobres lo que nos hacen comprender lo que realmente ha ocurrido. Y por ello la Iglesia ha entendido la persecución desde los pobres. La persecución ha sido ocasionada por la defensa de los pobres y no es otra cosa que cargar con el destino de los pobres.
La verdadera persecución se ha dirigido al pueblo pobre, que es hoy el cuerpo de Cristo en la historia. Ellos son el pueblo crucificado, como Jesús, el pueblo perseguido como el Siervo de Yahvé. Ellos son los que completan en su cuerpo lo que falta a la pasión de Cristo. Y por esa razón, cuando la Iglesia se ha organizado y unificado recogiendo las esperanzas y las angustias de los pobres, ha corrido la misma suerte de Jesús y de los pobres: la persecución.

e) Esta es la dimensión política de la fe
Esta es en breves rasgos la situación y actuación de la Iglesia en El Salvador. La dimensión política de la fe no es otra cosa que la respuesta de la Iglesia a las exigencias del mundo real socio-político en que vive la Iglesia. Lo que hemos redescubierto es que esa exigencia es primaria para la fe y que la Iglesia no puede desentenderse de ella.

No se trate de que la Iglesia se considere a sí misma como institución política que entra en competencia con otras instancias políticas, ni que posea unos mecanismos políticos propios; ni mucho menos se trata de que nuestra Iglesia desee un liderazgo político. Se trata de algo más profundo y evangélico; se trata de la verdadera opción por los pobres, de encarnarse en su mundo, de anunciarles una buena noticia, de darles una esperanza, de animarles a una praxis liberadora, de defender su causa y de participar en su destino.

Esta opción de la Iglesia por los pobres es la que explica la dimensión política de su fe en sus raíces y rasgos más fundamentales. Porque ha optado por los pobres reales y no ficticios, porque ha optado por los realmente oprimidos y reprimidos, la Iglesia vive en el mundo de lo político y se realiza como Iglesia también a través de lo político. No puede ser de otra manera si es que, como Jesús, se dirige a los pobres...

2. Historización de la fe desde el mundo de los pobres
La actuación descrita de la Arquidiócesis ha partido claramente de la convicción de fe. La trascendencia del evangelio nos ha guiado en nuestro juicio y actuación. Desde la fe hemos juzgado de las situaciones sociales y políticas. Pero por otra parte es también verdad que precisamente en ese proceso de tomar postura ante la realidad socio-política tal cual es, la misma fe se ha ido profundizando, el mismo evangelio ha ido mostrando su riqueza. Sólo quisiera hacer ahora unas breves reflexiones sobre algunos puntos fundamentales de la fe que se han visto enriquecidos por esta encarnación real en el mundo socio-político.

a) Conciencia más clara del pecado
En primer lugar ahora sabemos mejor lo que es el pecado. Sabemos que la ofensa a Dios es la muerte del hombre. Sabemos que el pecado es verdaderamente mortal; pero no sólo por la muerte interna de quien lo comete, sino por la muerte real y objetiva que produce. Recordamos de esa forma el dato profundo de nuestra fe cristiana. Pecado es aquello que dio muerte al Hijo de Dios, y pecado sigue siendo aquello que da muerte a los hijos de Dios.
Esa fundamental verdad de la fe cristiana la vemos a diario en las situaciones de nuestro país. No se puede ofender a Dios sin ofender al hermano. Y la peor ofensa a Dios, el peor de los secularismos es, como ha dicho uno de nuestros teólogos: " el convertir a los hijos de Dios, a los templos del Espíritu Santo, al Cuerpo histórico de Cristo en víctimas de la opresión y de la injusticia, en esclavos de apetencias económicas, en piltrafas de la represión política; el peor de los secularismos es la negación de la gracia por el pecado, es la objetivización de este mundo como presencia operante de los poderes del mal, como presencia visible de la negación de Dios". (P. Ellacuría, Eca n. 353, p. 123).
No es por ello pura rutina que repitamos una vez más la existencia de estructuras de pecado en nuestro país. Son pecado porque producen los frutos del pecado: la muerte de los salvadoreños, la muerte rápida de la represión o la muerte lenta, pero no menos real, de la opresión estructural. Por ello hemos denunciado la idolatrización que se hace en nuestro país de la riqueza, de la propiedad privada absolutizada en el sistema capitalista, del poder político en los regímenes de seguridad nacional en cuyo nombre se institucionaliza la inseguridad de los individuos (IV Carta Pastoral, n. 43 - 48).
Por trágico que parezca, la Iglesia ha aprendido en su inserción en el mundo real socio-político a conocer y profundizar en la esencia del pecado. En ese mundo se desvela la más profunda esencia del pecado como la muerte de los salvadoreños.

b) Mayor claridad sobre la encarnación y la redención
En segundo lugar sabemos ahora mejor qué significa la encarnación, qué significa que y Jesús tomó carne realmente humana y que se hizo solidario de sus hermanos en el sufrimiento, en los llantos y quejidos, en la entrega. Sabemos que no se trata directamente de una encarnación universal, que es imposible, sino de una encarnación preferencial y parcial; una encarnación en el mundo de los pobres. Desde ellos podrá la Iglesia ser para todos, podrá también prestar un servicio a los poderosos a través de una pastoral de conversión; pero no a la inversa, como tantas veces ha ocurrido.
El mundo de los pobres con característcas sociales y políticas bien concretas, nos enseña dónde debe encarnarse la Iglesia para evitar la falsa universalización que termina siempre en connivencia con los poderosos.

El mundo de los pobres nos enseña cómo ha de ser el amor cristiano, que busca ciertamente la paz, pero desenmascara el falso pacifismo, la resignación y la inactividad; que debe ser ciertamente gratuito pero debe buscar la eficacia histórica. El mundo de los pobres nos enseña que la sublimidad del amor cristiano debe pasar por la imperante necesidad de la justicia para las mayorías y no debe rehuir la lucha honrada. El mundo de los pobres nos enseña que la liberación llegará no sólo cuando los pobres sean puros destinatarios de los beneficios de gobiernos o de la misma Iglesia, sino actores y protagonistas ellos mismos de su lucha y de su liberación desenmascarando así la raíz última de falsos paternalismos aun eclesiales.
Y también el mundo real de los pobres nos enseña de qué se trata en la esperanza cristiana. La Iglesia predica el nuevo cielo y la nueva tierra; sabe además que ninguna configuración socio-política se puede intercambiar con la plenitud final que Dios concede.Pero ha aprendido también que la esperanza trascendente debe mantenerse con los signos de esperanza histórica, aunque sean signos aparentemente tan sencillos como los que proclama el tercer Isaías cuando dice que "construirán su casa y que la habitarán, plantarán viñas y comerán de sus frutos" (Is 65, 21). Que en esto haya una auténtica esperanza cristiana, que no se esté rebajando la esperanza a lo temporal y humano, como se dice a veces despreciativamente, se aprende en el contacto cotidiano de quienes no tienen casa ni viña, de quienes construyeron para que otros habiten y trabajan para que otros coman los frutos.

c) Fe más profunda en Dios y en su Cristo
En tercer lugar la encarnación en lo socio político es el lugar de profundizar en la fe en Dios y su Cristo. Creemos en Jesús que vino a traer vida en plenitud y creemos en un Dios viviente que da vida a los hombres y quiere que los hombres vivan en verdad. Estas radicales verdades de la fe se hacen realmente verdades y verdades radicales cuando la Iglesia se inserta en medio de la vida y de la muerte de su pueblo. Ahí se le presenta a la Iglesia, como a todo hombre, la opción más fundamental para su fe: estar en favor de la vida o de la muerte. Con gran claridad vemos que en esto no hay posible neutralidad. 0 servimos a la vida de los salvadoreños o somos cómplices de su muerte. Y aquí se da la mediación histórica de lo más fundamental de la fe: o creemos en un Dios de vida o servimos a los falsos de la muerte.
En nombre de Jesús queremos y trabajamos naturalmente para una vida en plenitud que no se agota en la satisfacción de las necesidades materiales primarias ni se reduce al ámbito de lo socio-político . Sabemos muy bien que la plenitud de vida se realiza históricamente en el honrado servicio a ese reino y en la entrega total al Padre. Pero vemos con igual claridad que en nombre de Jesús sería una pura ilusión, una ironía y, en el fondo, la más profunda blasfemia, olvidar e ignorar los niveles primarios de la vida, la vida que comienza con el pan, el techo, el trabajo.
Creemos con el apóstol Juan que Jesús es "la palabra de la Vida". (1 Jn 1,1) y que donde hay Vida ahí se manifiesta Dios. Donde el pobre comienza a vivir, donde el pobre comienza a liberarse, donde los hombres son capaces de sentarse alrededor de una mesa común para compartir, allí está el Dios de vida.

Por ello cuando la Iglesia se inserta en el mundo socio-político para cooperar a que de él surja vida para los pobres no está alejándose de su misión ni haciendo algo subsidiario, sino que está dando testimonio de su fe en Dios, está siendo instrumento del Espíritu, Señor y dador de vida.

Esta fe en el Dios es lo que explica lo más profundo del misterio cristiano. Para dar vida a los pobres hay que dar de la propia vida y aún la propia vida. La mayor muestra de la fe en un Dios de vida es el testimonio de quien está dispuesto a dar su vida. "Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por el hermano" (Jn 15,13). Y esto es lo que vemos a diario en nuestro país.
Muchos salvadoreños y muchos cristianos están dispuestas a dar su vida para que haya vida para los pobres. Ahí están siguiendo a Jesús y mostrando su fe en él. Insertos como Jesús en el mundo real, amenazados y acusados como él, dando la vida como él están testimoniando la Palabra de la Vida.
Nuestra historia es, pues, antigua. Es la historia de Jesús que intentamos proseguir modestamente. Como Iglesia no somos expertos en política ni queremos manejar la política desde sus mecanismos propios. Pero la inserción en el mundo socio-político, en el mundo en que se juega la vida y la muerte de las mayorías, es necesaria y urgente para que podamos mantener de verdad y no sólo de palabra la fe en un Dios de vida y el seguimiento de Jesús.

Conclusión: Opción por los pobres: orientación de nuestra fe en medio de la política
Para terminar quisiera resumir lo central de lo expuesto hasta ahora. En la vida eclesial de nuestra Arquidiócesis la dimensión política de la fe, o si se quiere, la relación ente fe y política, no se ha ido descubriendo a partir de reflexiones puramente teóricas y previas a la misma vida eclesial. Naturalmente que tales reflexiones son importantes, pero no decisivas. Estas reflexiones se hacen importantes y decisivas cuando recogen de verdad la vida real de la Iglesia.

Hoy, el honor de expresar en este ambiente universitario mi experiencia pastoral me ha obligado a hacer esta reflexión teológica. La dimensión política de la fe se descubre y se la descubre correctamente más bien en una práctica concreta al servicio de los pobres. En esa práctica se descubre su mutua relación y su diferenciación. La fe es la que impulsa en un primer momento a encarnarse en el mundo socio-político de los pobres y a animar los procesos liberadores, que son también socio-políticos. Y esa encarnación y esa praxis a su vez concretizan los elementos fundamentales de la fe.

En lo que hemos expuesto aquí hemos delineado sólo los grandes rasgos de ese doble movimiento. Quedan naturalmente muchos temas por tratar. Se podría haber hablado de la relación de la fe con las ideologías políticas, en concreto con el marxismo. Se podría haber mencionado el tema candente entre nosotros de la violencia y su legitimidad. Esos tomas son objeto constante de reflexión ente nosotros, y los enfrentamos en la medida en que se van haciendo problemas reales, y aprendemos a dar una solución dentro del mismo proceso.

En el breve tiempo que me ha tocado estar dirigiendo la Arquidiócesis han pasado ya cuatro gobiernos diferentes con diversos proyectos políticos. También las otras fuerzas políticas, revolucionarias y democráticas han crecido y evolucionado en estos años. La Iglesia por lo tanto ha tenido que ir juzgando de lo político desde dentro de un proceso cambiante. En el momento actual el panorama es ambiguo, pues por una parte están fracasando todos los proyectos provenientes del Gobierno. mientras que está creciendo la posibilidad de una liberación popular.
Pero en lugar de detallarles todos los vaivenes de la política en mi país he preferido explicarles las raíces profundas de la actuación de la Iglesia en este mundo explosivo de lo socio-político. Y he pretendido esclarecerles el último criterio, que es teológico e histórico, para la actuación de la Iglesia en este campo: el mundo de los pobres. Según les vaya a ellos, al pueblo pobre, la Iglesia irá apoyando desde su especificidad uno u otro proyecto político.
Creemos que ésta es la forma de mantener la identidad y la misma trascendencia de la Iglesia. Insertarnos en el proceso socio-político real de nuestro pueblo, juzgar de él desde el pueblo pobre e impulsar todos los movimientos de liberación que conduzcan realmente a la justicia de las mayorías y a la paz para las mayorías. Y creemos que ésta es la forma de mantener la trascendencia e identidad de la Iglesia porque de esta forma mantenemos la fe en Dios.

Los antiguos cristianos decían: "Gloria Dei, vivens homo", (la gloria de Dios es el hombre que viva). Nosotros podríamos concretar esto diciendo: "Gloria Dei, vivens pauper". (La gloria de Dios es el pobre que viva). Creemos que desde la trascendencia del evangelio podemos juzgar en qué consiste en verdad la vida de los pobres; y creemos también que poniéndose del lado del pobre e intentando darle vida sabremos en qué consiste, la eterna verdad del evangelio. 

miércoles, 8 de abril de 2015

EL CRONISTA
EDICIÓN IMPRESA | COLUMNISTAS 02.04.15
¿A quién representan?

Hernán Patiño Mayer, Integrante de Cristianos para el Tercer Milenio. Ex embajador en el Uruguay.

El último 12 de febrero, en la página oficial de la Conferencia Episcopal Argentina se publicó un comunicado de la Comisión de Justicia y Paz del episcopado. Este organismo integrado mayoritariamente por laicos, tiene como asesor a monseñor Jorge Lozano. Nadie sabe quién y cómo se elige a este selecto grupo de ‘luchadores por la paz y la justicia‘. Nadie conoce antecedentes de sus integrantes –pese a su edad promedio– que los vinculen con los organismos que han dado testimonio de su fidelidad evangélica –sean cristianos o no– custodiando la Memoria y reclamando por la Verdad y la Justicia, frente a las atrocidades del terrorismo de estado y sus siniestras consecuencias.
Cuando como integrante del Equipo Coordinador de Cristianos para el Tercer Milenio, tuve oportunidad de participar de un par de reuniones con algunos de sus miembros, a fin de solicitar su respaldo al documento en el que reclamábamos una condena de la CEA ante las infames y sacrílegas declaraciones de Videla hechas a Ceferino Reato; hicieron mutis por el foro. Esas cuestiones entre las que se cuentan los miles de desaparecidos, torturados, asesinados y recién nacidos privados de su identidad, no parecen ser materia de preocupación de la Comisión, pese a que esos crímenes no son pasado y se siguen cometiendo en tanto se ignore la verdad de lo ocurrido y el destino de la víctimas.
No recuerdo tampoco que estos laicos ‘comprometidos’ hayan respaldado la lucha de las Madres y Abuelas o saludado la recuperación de los 116 nietos. Puede fallarme la memoria. Tampoco recuerdo que hayan pedido explicaciones a la Conferencia con la que colaboran, sobre las sospechosas conductas de los capellanes militares y otros silencios clericales que suenan como alaridos en los oídos de nuestro pueblo.
De manera sorpresiva y sembrando confusión acerca de su auténtica representatividad e intención, expresaron su adhesión a la marcha organizada por un grupo de fiscales para homenajear a su colega aún hoy, misteriosamente fallecido. No puede escapar a la sagacidad de sus integrantes, por pobre que ésta sea, que su inconsulta manifestación iba a ser presentada por algunos medios como una adhesión de la Iglesia toda, a una movilización que fue y sigue siendo, motivo de manipulaciones del más variado tipo e intencionalidad.
A título exclusivamente personal quiero señalar que deploro la actitud irresponsable de la CJP. Ningún laico que no sea socio de este ‘aristocrático‘ colectivo, ha sido consultado sobre una decisión que nos compromete como católicos ante la opinión pública.
En el doloroso caso de la muerte del fiscal Nisman, espero que actúe la justicia y que lo haga con más eficiencia, celeridad e independencia que la demostrada en el pasado, en casos de similar o mayor gravedad institucional. Expreso mis condolencias a su familia y especialmente a sus dos hijas y repudio toda manipulación tendiente a ocultar la verdad y explotar espuriamente su deceso.
Finalmente creo que como lo viene reclamando Francisco, es tiempo de que los laicos asumamos nuestras responsabilidades como protagonistas mayoritarios del peregrinaje del pueblo de Dios. Y es tiempo también, de que nuestros servidores del clero, recurran a métodos más transparentes y democráticos al momento de constituir los organismos que pretendan hablar en nuestro nombre.
Que la próxima celebración de la Pascua de Resurrección nos aliente a dar testimonio de nuestra Fe anunciando con Cristo: "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de Justicia, porque ellos serán saciados".