La beatificación de Juan Pablo II
Eduardo de la Serna
Las diferentes notas y comentarios surgidos a partir de la
beatificación de Juan Pablo II me motivan a hacer esta reflexión que quiero
compartir. Creo que, para aclarar, es bueno distinguir qué es una
beatificación, por qué se beatifica a una persona (y no a otra) y la devoción
(o no) a determinados beatos o santos. Creo que son cosas diferentes y
distinguirlas puede ayudar.
I. QUÉ ES UNA BEATIFICACIÓN. Cuando fue la beatificación de
Josemaría Escrivá de Balaguer, recuerdo haber leído en un diario de España una
nota de José I. González Faus sj que empezaba destacando qué son los beatos o
santos. Decía -creo resumirlo correctamente- que son personas de las que la
Iglesia con su autoridad afirma que están junto a Dios. De aquí se concluyen
dos elementos: (1) pueden servir como intercesores y (2) su modo de vida puede
ser propuesto al Pueblo de Dios.
Un tema adjunto es el tema del "milagro" que actúa
como una suerte de "garantía" por la que Dios confirma que esta
persona está a su lado. Un P. General de una Orden con sede en Roma me
comentaba que debieron sacar al encargado de proponer los santos de la Orden
porque sabía quiénes eran, dentro de la Curia Vaticana, los que –previo pago-
afirmaban que el "milagro" se había producido. "Dame medio
milagro, que del otro medio me ocupo yo", afirmaba. Pero otro tema –que me
parece extrañísimo- es el de una curación producida por intercesión del/la
candidato/a. Pregunto irónicamente: ¿cómo saber si alguien se cura porque pidió
el milagro al/la candidato/a, y no porque una viejita piadosa, enterada de su
situación, pidió la intercesión de San/ta "X"? Pero dejo este tema.
Me interesa, para empezar, que un/a beato/a o santo/a es simplemente alguien de
quien la Iglesia con su autoridad asegura que está "en el Cielo".
Puesto que este es el punto, toda beatificación / canonización es simplemente
eso; y, en lo personal, me alegro que sean más y más los que "vayan al
cielo". Se lo deseo a todos y todas. Obviamente que esto no significa que
millones de "no beatificados" no estén junto a Dios, no sean
"bienaventurados", de allí que debemos destacar el siguiente punto.
II. ¿POR QUÉ LA IGLESIA PROPONE A TAL O CUAL? Es evidente
que decenas de grandes personas no han sido (aún) beatificadas, y parecen
merecerlo más que otros, mientras que en otros casos se acelera el proceso al
máximo. Obviamente en este caso se trata de que la curia romana quiere proponer
a determinadas personas antes que a otras. Y, al menos en un primer momento,
parece razonable: puede llamarse "estrategia pastoral". Dejo de lado
los casos obvios de Romero y la multitud de mártires latinoamericanos, por
ejemplo, y señalo (para parecer más imparcial) la impresionante demora que tuvo
la beatificación de Carlos de Foucault, a pesar de haber inspirado decenas de
espiritualidades del siglo XX. Las demoras o parálisis son ciertamente
"estratégicas"; una estrategia que lamentamos. Es evidente que en
este caso se trata de estrategias, se quiere proponer a la Iglesia estas
personas y no otras. El mismo P. General me comentaba que la otra razón por la
que fue desplazado el encargado de los
santos de la orden fue porque buscaba proponer los santos que a la orden no le
interesaba estratégicamente señalar, mientras que retrasaba los que para ellos
eran importantes.
Siempre creí que en las canonizaciones debería haber una
cierta jerarquización. Hay beatos y santos que son propios de una época y que
con el paso del tiempo difícilmente debamos tener en cuenta uno de los dos
aspectos señalados: "Su modo de vida", que difícilmente pueda servir
al hoy del Pueblo de Dios (la propuesta del Cura de Ars en el año
"sacerdotal" puede ser un buen ejemplo de esto). Centenares de santos
(y beatos) pueden tenerse en cuenta como intercesores según la devoción de cada
uno/a, pero nadie propondría su modo de vida en el presente. Hay otros santos o
beatos que son propios de un "ambiente" y no de otros. Es el caso,
por ejemplo, de muchos/as fundadores/as de congregaciones, que no sirven en su
modo de vida fuera de su ámbito específico. Y --finalmente- hay santos/as que
trascienden con su vida y testimonio todos los tiempos y todos los espacios. No
son tantos. Quizás una suerte de jerarquización de este tipo ayudaría a mirar
lo fundamental y dejar de lado lo accesorio. Ciertamente, un rey del 1200
difícilmente pueda servirnos de modelo hoy, por más que llevemos su nombre, y
lo mismo hemos de decir de una fundadora de congregación dedicada a la
educación de hijos de empresarios. Puesto que todo este proceso supone mucho
dinero (y las "canonizaciones seriales" de Juan Pablo II
evidentemente ayudaron mucho a sanear las financias vaticanas), esto contribuye
a entender por qué son tan pocos laicos y tan pocos pobres los beatificados y
canonizados, y quizás –mirando esto desde las "bienaventuranzas"-
debería exigir un replanteo total del tema, pero esto es otra cosa.
III. APROPIACIÓN DE SANTOS/AS: De todos modos, me parece
importante un aspecto: cuando la gente "se apropia", de un/a santo/a
o beato/a, ¿de qué se apropia? ¿Qué celebra? La devoción de la gente sencilla
por San Cayetano no significa que la gente sepa o no algo de este santo. Sabe
nada o casi nada, y esto debemos tenerlo en cuenta. El pueblo se
"apropia" (= devoción) de algún aspecto, a veces ni siquiera
fundamental, del/a santo/a, y eso no significa que el pueblo
"canonice" todo lo que este/a hizo, dijo o dejó de hacer. Nadie diría
que lo principal de la vida, predicación o ministerio de San Antonio fue
conseguir novio/a a la gente, por ejemplo. Este aspecto, en lo personal lo veo
como muy importante, es entender qué dice "el pueblo" cuando acepta (o
no) a un/a determinado/a santo/a; porque no necesariamente (es más, creo que
prácticamente nunca) lo que el pueblo ha canonizado no es lo mismo que canoniza
el "proceso de canonización" o la "estrategia curial" de
proponer a determinada persona como beato/a o santa/o.
Por tanto, a modo de conclusión, señalo tres elementos:
1. Creo que la beatificación de Juan Pablo II es muy posible
que sea "popular". Y me parece probable que el pueblo celebre –se
"apropie"- que un Papa, con lo importante que es que haya dejado los "palacios"
y se haya hecho cercano, haya "venido a casa". Mi experiencia de los
pueblos latinoamericanos es que la gente no presta atención a lo que el Papa
dice en tal o cual discurso, sino a lo que el Papa mismo muestra. Recuerdo el
encuentro del Papa con los trabajadores en Buenos Aires: al lado mío había un
señor muy sencillo. Cuando el Papa empezó su discurso, le dice al de al lado,
"¿Qué dice este polaco?". Pero diez minutos después estaba a los
saltos cantando, "Juan Pablo II, te quiere todo el mundo". Creo que
la gente puede canonizar a Juan Pablo II, y no necesariamente su
"contenido". Me permito otro ejemplo: para la beatificación de
Ceferino Namuncurá (por ahora, único beato argentino, indígena) fue a la
Patagonia el secretario de Estado, el Cardenal Bertone. En la celebración había
un cartel que decía: "Gracias, Cardenal, por beatificar a nuestro
santito". El pueblo se apropió de Ceferino de un modo distinto a lo que la
Iglesia “dice”.
2. En lo personal creo que la curia vaticana propone
acelerar las causas de Juan Pablo II (como la de Escrivá de Balaguer, o la de
la Madre Teresa), porque son modelos que quiere proponer. En este caso,
canonizar un modo de ser iglesia autoritaria, restauracionista, conservadora,
limitadora al máximo del Concilio Vaticano II, para empezar. Creo que la curia
romana quiere canonizar eso, pero –repito- teológicamente, al canonizar al
Papa, sólo está diciendo que Juan Pablo II está en el Cielo; y eso es algo que
yo celebro. Una cosa es qué quiere la curia, otra es qué es un beato y otra es
lo que vive el pueblo.
3. En lo personal, me encuentro con un problema: no soy
Papa. Cuando sea Papa, además, creo que miraré más el modelo de Juan XXIII que
el de Juan Pablo II, así que en cuanto "modelo de vida" reconozco que
no me sirve. Y en cuanto a "intercesor", en lo personal, también creo
que nunca le pediré nada. Por tanto, celebro que esté en el cielo, pero, en lo
personal, eso no me aporta demasiado; es más, creo que como la canonización de
San Bonifacio o de Gregorio Magno, Papas, no aportan demasiado para mi vida. A
lo sumo, me alegro de que la gente vea a
un Papa cercano, y celebre su beatificación; mientras tanto, con la
intercesión de Juan XXIII (y de Angelelli, Romero, Helder Cámara y tantos
otros) seguiré soñando y buscando que la Iglesia sea cada vez más parecida al
Reino de Dios, a pesar de las curias.