Somos un grupo de laic@s hermanad@s en la Fe Cristiana.

Nos convocó inicialmente la insolente provocación del ex dictador Jorge Videla al reivindicar los crímenes aberrantes del terrorismo de estado, reconocer la complicidad o indiferencia de integrantes de la jerarquía eclesiástica y hacer público su libre acceso al sacramento de la Eucaristía.

Hicimos nuestro firme reclamo a la Conferencia Episcopal y manifestamos nuestra frustración frente a una respuesta que consideramos insuficiente.

Aguardamos aún que se ponga en marcha un nuevo compromiso con la verdad y se enfrente con decisión una cuestión que, por formar parte de su propia historia, es una deuda que reclama una pronta y completa superación. La continuidad del silencio afecta la credibilidad pastoral en el pueblo de Dios.

A partir de entonces hemos decidido darle continuidad a nuestra vocación y compromiso, como modestos protagonistas del proceso de transformación de nuestra Iglesia, recordando cada día los valores evangélicos y esperanzados en el liderazgo del papa Francisco, imploramos la asistencia de Nuestra Señora de Luján, madre y mediadora ante Cristo nuestra Esperanza.

lunes, 10 de marzo de 2014

Reflexiones de un domingo a la mañana.

Hace unos días me topé con la habitual televisación de la Misa dominical.  Comenzaba la lectura del Evangelio así que decidí escucharlo. Resultó ser el pasaje en que Jesús dice a sus discípulos: “Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero”.
Mientras lo escuchaba recordé algunos párrafos de Francisco en “Evangelli Gaudium” y me pregunté si la predicación relacionaría el Evangelio leído con, por ejemplo, “La adoración del antiguo becerro de oro (cf. Ex32,1-35) ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano (EG 55)” y me quedé frente al televisor para saber la respuesta.
Valga aclarar que la pregunta no fue ni ingenua ni fruto de una obsesión personal.  Somos muchos – laicos de a pie, periodistas, editores católicos, curas y hasta algún obispo – quienes venimos notando y señalando el, por decir lo menos, escaso empeño que la institución eclesial y sus miembros vienen poniendo en la difusión de la “Evangelli Gaudium”.
Y ésta no fue la excepción: el oficiante no sólo no se apoyó en ese documento sino que ni siquiera lo mencionó. Se dedicó en cambio a diluir todo lo que pudo la contundencia del pasaje evangélico en cuestión, tarea que culminó cuando aseveró con tono didáctico (trato de reproducirlo textualmente) no se trata de que los que tienen mucho tengan menos sino de que los que tienen poco tengan más.

Sin refutar al sacerdote recordando que, según todo parece indicar, la finitud de los recursos del planeta hace materialmente imposible que los pobres alcancen un mínimo bienestar sin que los ricos cedan algo de su consumo exorbitante, sí podría preguntársele cómo piensa que se va a conseguir que “los que tienen poco tengan más” cuando, según el Papa, está ocurriendo precisamente lo contrario; “Mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera (EG 56)”.

De todas maneras esta reflexión no es sobre lo que este cura en particular sabe acerca de lo que dice Francisco en ese documento. Esta reflexión apunta a lo que éste y otros sacerdotes y con ellos muchos obispos, la oposición política, el establishment y los medios de comunicación que lo representan, están haciendo con lo que predica Francisco.

Hacer (o más bien “no hacer”) que desemboca en una curiosa situación: mientras los actores mencionados – los mismos que festejaron alborozadamente la llegada de Bergoglio al Papado – están sorprendidos y azorados por sus palabras y procuran ignorarlas y ocultarlas tanto como pueden,  somos los laicos, curas, obispos y medios que ayer nos atragantamos, rezongamos y pataleamos con el encumbramiento de Bergoglio los que hoy, también sorprendidos y azorados (y hasta un poco recelosos), salimos a difundir y defender sus palabras.

Es natural y esperable que los medios del establishment le dediquen poco o nada de espacio a conceptos como “tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata. (EG 53)” ó “«¿Dónde está tu hermano?». ¿Dónde está tu hermano esclavo?  ¿Dónde está ése que estás matando cada día en el taller clandestino, en la red de prostitución, en los niños que utilizas para mendicidad, en aquél que tiene que trabajar a escondidas porque no ha sido formalizado? No nos hagamos los distraídos. Hay mucho de complicidad. ¡La pregunta es para todos! (EG 211)”, pero que la iglesia argentina y muchos de sus miembros, sea por acción u por omisión, sea por decisión o por desidia, no pongan todo su peso en la difusión de la palabra de su pastor, y con ello participe de hecho en el ocultamiento, es verdaderamente grave. Y significativo. Y preocupante.

Rodolfo Luis Brardinelli. 
Integrante del equipo coordinador de Cristianos para el Tercer Milenio.


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