Reflexiones
de un domingo a la mañana.
Hace
unos días me topé con la habitual televisación de la Misa dominical. Comenzaba la lectura del Evangelio así que
decidí escucharlo. Resultó ser el pasaje en que Jesús dice a sus discípulos: “Nadie puede servir a dos
señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el
primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero”.
Mientras lo escuchaba recordé algunos párrafos
de Francisco en “Evangelli Gaudium” y me pregunté si la predicación
relacionaría el Evangelio leído con, por ejemplo, “La adoración del antiguo becerro de oro (cf. Ex32,1-35) ha encontrado
una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de
la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano (EG 55)”
y me quedé frente al televisor para saber la respuesta.
Valga aclarar que la pregunta no fue ni
ingenua ni fruto de una obsesión personal.
Somos muchos – laicos de a pie, periodistas, editores católicos, curas y
hasta algún obispo – quienes venimos notando y señalando el, por decir lo
menos, escaso empeño que la institución eclesial y sus miembros vienen poniendo
en la difusión de la “Evangelli Gaudium”.
Y ésta no fue la excepción: el oficiante no
sólo no se apoyó en ese documento sino que ni siquiera lo mencionó. Se dedicó
en cambio a diluir todo lo que pudo la contundencia del pasaje evangélico en
cuestión, tarea que culminó cuando aseveró con tono didáctico (trato de
reproducirlo textualmente) no se trata de
que los que tienen mucho tengan menos sino de que los que tienen poco tengan
más.
Sin refutar al sacerdote recordando que, según
todo parece indicar, la finitud de los recursos del planeta hace materialmente
imposible que los pobres alcancen un mínimo bienestar sin que los ricos cedan
algo de su consumo exorbitante, sí podría preguntársele cómo piensa que se va a
conseguir que “los que tienen poco tengan más” cuando, según el Papa, está
ocurriendo precisamente lo contrario; “Mientras
las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se
quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías
que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación
financiera (EG 56)”.
De todas maneras esta reflexión no es sobre lo
que este cura en particular sabe
acerca de lo que dice Francisco en ese documento. Esta reflexión apunta a lo
que éste y otros sacerdotes y con ellos muchos obispos, la oposición política,
el establishment y los medios de comunicación que lo representan, están haciendo con lo que predica Francisco.
Hacer (o más bien “no hacer”) que desemboca en una curiosa situación:
mientras los actores mencionados – los mismos que festejaron alborozadamente la
llegada de Bergoglio al Papado – están sorprendidos y azorados por sus palabras
y procuran ignorarlas y ocultarlas tanto como pueden, somos los laicos, curas, obispos y medios que ayer
nos atragantamos, rezongamos y pataleamos con el encumbramiento de Bergoglio
los que hoy, también sorprendidos y azorados (y hasta un poco recelosos),
salimos a difundir y defender sus palabras.
Es natural y esperable que los medios del
establishment le dediquen poco o nada de espacio a conceptos como “tenemos que decir «no a una economía de la
exclusión y la inequidad». Esa economía mata. (EG 53)” ó “«¿Dónde está tu hermano?». ¿Dónde está tu
hermano esclavo? ¿Dónde está ése que
estás matando cada día en el taller clandestino, en la red de prostitución, en
los niños que utilizas para mendicidad, en aquél que tiene que trabajar a
escondidas porque no ha sido formalizado? No nos hagamos los distraídos. Hay
mucho de complicidad. ¡La pregunta es para todos! (EG 211)”, pero que la
iglesia argentina y muchos de sus miembros, sea por acción u por omisión, sea por
decisión o por desidia, no pongan todo su peso en la difusión de la palabra de
su pastor, y con ello participe de hecho en el ocultamiento, es verdaderamente
grave. Y significativo. Y preocupante.
Rodolfo
Luis Brardinelli.
Integrante del equipo coordinador de Cristianos para el
Tercer Milenio.
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