Ante la carta de los obispos al pueblo de Dios
Ante la carta de los obispos al pueblo de Dios
No podemos menos que expresar nuestra frustración y malestar, ante lo que no es otra cosa que una nueva expresión de la tradicional ambigüedad con la que la jerarquía episcopal ha abordado las difíciles cuestiones planteadas al pueblo de Dios, como consecuencia de las acciones y omisiones de buena parte de los obispos, durante el imperio criminal del terrorismo de estado. Sin dejar de reconocer que la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina, en su Carta al Pueblo de Dios “LA FE EN JESUCRISTO NOS MUEVE A LA VERDAD, LA JUSTICIA Y LA PAZ”, se refirió sin mencionarlo, al documento que con el título “A PROPÓSITO DE LAS DECLARACIONES DEL DICTADOR JORGE RAFAEL VIDELA”(*) entregáramos a ese organismo,
En aras de la brevedad y reiterando en su totalidad lo dicho en nuestro documento, nos permitimos destacar que: 1.- Lamentamos la repetición de una actitud corporativa e “indulgente”, con relación a las conductas de un número importante de “nuestros hermanos mayores” que o fueron activistas doctrinarios de la represión ilegal o en un exceso de “prudencia” guardaron silencio público, ante la masacre que se estaba cometiendo en nuestra Patria y que hubieran podido detener o moderar. También lamentamos la ingratitud de no reconocer por sus nombres –Videla los recuerda bien- a aquellos pastores que fieles al mandato del Nazareno cuidaron de sus ovejas, desafiando abiertamente a la barbarie autoritaria y en algunos casos, pagando el precio del martirio por su fidelidad evangélica. Esperamos que las razones de este último e inexplicable silencio, no responda al temor de que por contraste, se hagan más evidentes las inconductas mencionadas.
2.- Consideramos que la referencia a la “violencia ejercida por la guerrilla” en un documento que tiene como causa un escándalo actual, protagonizado por uno de los máximos responsables de la represión ilegal, es una reiteración no inocente, de la histórica ambigüedad de la que hablamos.
Bueno sería que alguna vez, los obispos, dedicaran su tiempo y esfuerzos a analizar en profundidad el fenómeno de la violencia y la lucha armada, en nuestra historia, en especial a partir del golpe de estado de 1930, pasando por los atentados terroristas de 1953, los bombardeos de junio de 1955, el golpe de estado del mismo año y los fusilamientos criminales de 1956 y todo lo ocurrido como consecuencia de la proscripción del peronismo y su excomulgado líder, incluidos los golpes de estado y las dictaduras a las que dieron origen. Sería de sumo interés conocer cuáles fueron las conductas de las autoridades eclesiásticas ante esos acontecimientos y cómo se respondió a la sucesión de flagrantes violaciónes del orden jurídico y de los derechos fundamentales de los habitantes de nuestra Patria.
3.- Deploramos profundamente que al hablar de Jorge Rafael Videla –cuya escandalosa conducta es la razón central de nuestro documento- los obispos lo describan tímidamente como ex presidente “de facto”. Nos permitimos respetuosamente recordarles a los obispos que estamos hablando de un criminal, responsable de miles de secuestros, torturas, asesinatos y desapariciones, incluido el secuestro y privación de identidad de menores, muchos de ellos arrebatados a sus madres poco antes de asesinarlas. Y no podemos dejar de preguntarnos qué les impide calificarlo como ya lo ha hecho la justicia de la democracia.
4.- Rechazamos por confuso el párrafo en el que se dice: “Algunas afirmaciones recientes, a partir de las declaraciones del ex presidente de > J.R.Videla, atribuyen a quienes entonces conducían el Episcopado, alguna complicidad con hechos delictivos”. Es el propio Videla quien acusa en general al Episcopado de entonces de conductas inexplicables con excepciones que destaca y descalifica. Dice textualmente entre otras cosas, el ex dictador: “Mi relación con la Iglesia fue excelente, mantuvimos una relación muy cordial, sincera y abierta.
No olvide que incluso teníamos a los capellanes castrenses asistiéndonos y nunca se rompió esta relación de colaboración y amistad”. (Cambio 16; edición del 12-2-12). Mientras transcurría esta relación “cordial, sincera y abierta…de colaboración y amistad” miles de hombres y mujeres, muchos de ellos fieles de la Iglesia, eran brutalmente privados de sus derechos y dignidades y conducidos impiadosamente hacia la muerte. La desmentida de Monseñor Arancedo formulada al diario La Nación ( que haya habido “una suerte de connivencia es totalmente alejado de la verdad de lo que hicieron los obispos involucrados en ese momento”) es manifiestamente insuficiente y de dudosa credibilidad, por las razones que siguen:
a) La misma Carta dice textualmente: “De nuestros hermanos mayores, los obispos que nos precedieron, hemos recibido su palabra y testimonio. Sobre su modo de actuar, volvemos con respeto, sin poder conocer a fondo cuánto supieron personalmente de lo que estaba sucediendo. Ellos intentaron hacer cuanto estaba a su alcance por el bien de todos, de acuerdo con su conciencia y juicio prudencial…Reconocemos además, que no todos los miembros de la Iglesia pensaron y actuaron con idénticos criterios”.
Si no pueden conocer a fondo lo que sabían sus antecesores, cómo saben que” intentaron hacer cuanto estaba a su alcance, para bien de todos”. El texto transcripto es de tal vaguedad e imprecisión que ofende a la inteligencia no confrontarlo en su desmedro, con las taxativas afirmaciones del Presidente de la Conferencia Episcopal.
b) El no haber tomado medida disciplinaria alguna con quién acusa a la Iglesia de no “…haberle creado problemas inesperados…” a la más sanguinaria de las dictaduras de las que tenga memoria el pueblo argentino y dice para concluir su referencia: “ La Iglesia argentina en general, y por suerte, no se dejó llevar por esa tendencia izquierdista y tercermundista, politizada claramente a favor de un bando, de otras iglesias del continente, que sí cayeron en ese juego. No faltó que algún miembro de esa Iglesia argentina entrara en ese juego pero eran una minoría no representativa con respecto al resto”. Esta falta de reacción ante lo que sería según los obispos una mentira intencional que daña la credibilidad de la Iglesia y conmueve la fidelidad de los creyentes, nos refuerza en la duda acerca de las afirmaciones de Monseñor Arancedo.
c) Olvidar que no ha sido solo Videla el que ha afirmado lo que Arancedo desmiente. En marzo de 1977 el condenado criminal Emilio E. Massera, en declaraciones formuladas a la revista “Familia Cristiana” y reproducidas por el diario Clarín, en clara alusion a las relaciones con la jerarquía eclesiástica dijo: “Nosotros cuando actuamos como poder político seguimos siendo católicos…todos obramos a partir del amor, que es el sustento de nuestra religión, no tenemos problemas y nuestras relaciones son óptimas, tal como corresponde a cristianos….”
Nos gustaría conocer cuál fue la reacción del episcopado cuando el responsable del mayor campo de exterminio que funcionó durante la dictadura formuló estas declaraciones o cuando fuera honrado por la Universidad del Salvador como profesor “honoris causa”. Les pedimos a nuestros hermanos obispos, que no nos fuercen a recordar frases y declaraciones de sus “hermanos mayores” que nos llenan de vergüenza, en los tiempos en que reinaba en nuestra Patria el terror impune del estado. La relectura del libro de un auténtico hermano y testigo de nuestra Fe -nunca suficientemente reconocido- como fuera en vida, Emilio Fermín Mignone, les ayudará a recordar mejor acerca de lo que estamos hablando.
5.- Volvemos a reclamar como lo hicimos personalmente en las entrevistas mantenidas con Monseñor Arancedo y en nuestro documento, que se tomen las medidas que correspondan, para poner fin al escándalo que significa que un criminal de las características de Videla siga mientras reivindica sus delitos teniendo acceso incondicional al sacramento de la Eucaristía.
6.-Exigimos, si efectivamente como se dice, se quiere investigar a fondo lo ocurrido y realizar un “estudio demorado pero necesario”, la apertura de los archivos de la Conferencia Episcopal – Asamblea Plenaria, Comisión Ejecutiva y Comisión Permanente- a los efectos de que los investigadores puedan acceder y trabajar sobre los mismos. Finalmente adherimos con fraterna solidaridad y agradecimiento al “Comentario del Grupo de Curas en la Opción por los pobres ante el Mensaje al pueblo de la patria difundido por la CEA” muy especialmente al párrafo en el que se refieren a la mención que los obispos hacen sobre los niños apropiados y privados de su identidad.
Quién sea responsable o cómplice de ese delito continuado y lo siga consumando, no puede llamarse cristiano y nuestros pastores deberían ser capaces de pronunciarse sin ambages y no recurriendo a tímidas exhortaciones o a obligaciones morales. Lamentamos profundamente tener que señalar que una vez más la falta de vocación profética y compromiso existencial con el sufrimiento de nuestro prójimo se hacen evidentes e intentan revestirse con los hábitos deshilachados de una prudencia incomprensible.
(*)El documento mencionado tiene la adhesión de cuatrocientos laicos, religiosos y religiosas.
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